SOY UNICO Y MARAVILLOSO
OBJETIVO
ACTIVIDAD EN CLASE.
Actividad en clase: Leer en clase el siguiente texto.
MARGARITA Y SUS LUNARES
Margarita vivía, como chinita que se aprecia, en lo alto de un hermoso árbol. Su casita estaba habitada por su marido y sus cuatro hijos, una chinita y tres chinitos. Su vida era un ir y venir, volar de rama en rama, de hoja en hoja, a la caza de pulgones, su comida favorita. Todos trabajaban duramente, parecía una familia feliz.
Pero Margarita era pretenciosa y creía que los seres bellos eran los más amados y amables.
Empezó entonces a sentirse incómoda con los lunares de su espalda, pues creía que la afeaban, y decidió que quería borrárselos. Se dijo a sí misma: “Sin los lunares negros seré linda y mis hijitos me querrán más”.
Mientras su esposo trabajaba y sus hijos jugaban, dijo a la abuela chinita: - Tengo que salir y me gustaría que cuides a tus nietos. - Sí, no te preocupes, anda tranquila.
Y partió volando entre árboles y colinas a donde la Señora Cuncuna, que sabía borrar cosas con sus patitas. - ¡Señora Cuncuna, por favor! -le dijo Margarita- bórrame estos lunares que me afean. Quiero ser linda para que todos me quieran más. - Pero, Margarita -dijo la cuncuna- ¡te ves hermosa como eres! Déjalos como están. Sin ellos no parecerás chinita. - Ay, no, doña Cuncuna, no me gustan. - Bien, ya que insistes tanto, te los borraré.
Y con sus muchas patitas le hizo Brr, Brr, Brr, Brr, Brr, Brr, y le borró sus lunares. Su espalda quedó lisa y roja, tal como ella quería. -Gracias, doña Cuncuna, muchas gracias, y se despidió. Y muy contenta se fue volando de regreso a casa. Al llegar, tocó la puerta toc - toc, toc - toc. - ¿Quién es? -preguntó la abuelita-. - Soy yo, Margarita. Al abrirse la puerta sus hijos corrieron, pero al verla exclamaron: - ¡No, tú no eres mi mamá! Ella tiene unos lindos lunares en su espalda, y tú no tienes nada. Ándate, no te queremos.
Margarita bajó su cabeza, escondió sus alas y se fue muy triste. Ya no tenía ánimo para volar. Caminaba apenas, no veía con quién se cruzaba. Así iba, cuando una voz le dijo: - Qué triste te ves, Margarita, algo te ha pasado...
Era Pedro Pablo Pérez Pereira, su amigo pintor portugués. - ¡Ay, Pedro Pablo! -suspiró Margarita-. Quise ser hermosa y me hice borrar los lunares de mi espalda, porque pensé que así mis hijos me iban a querer más, pero no me reconocieron y me echaron de casa. Tengo tanta pena. ¡No sé qué hacer! Y se puso a llorar. -Tengo una idea -dijo Pedro Pablo- yo puedo volver a pintarte tus lunares. - ¿Lo crees tú posible? -preguntó Margarita. -Por cierto -replicó Pedro Pablo- y comenzó su tarea.
Gracias, muchas gracias -le dijo Margarita una vez que terminó de pintarla. Rápidamente, voló hacia su casa. Toc - toc, toc - toc, golpeó la puerta. - ¿Quién es? -preguntó la abuela. - Soy yo, -contestó Margarita. Se abrió la puerta y los hijos corrieron a abrazarla, mientras le decían: - ¡Mamá, mamá! Vino una chinita muy fea con la espalda entera roja y dijo que eras tú, pero no la dejamos entrar. - Mamá, eres tan linda con tus lunares. Y Margarita se dio cuenta que sus hijos la querían tal como era ella y decidió ser siempre una verdadera chinita.
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